martes, 3 de junio de 2014

MUJERES RURALES EN EL PODER



NOMBRE: ALEJANDRA TORO BENITEZ        FECHA: 03 de Junio de 2014
TRABAJO FINAL
MUJERES RURALES EN EL PODER

INTRODUCCIÓN.- Las mujeres a lo largo del tiempo siempre desempeñamos un papel de hija, amiga, compañera, madre y profesional, esas características las vemos todos los días y son aspectos fundamentales de nuestro diario vivir, pero muchas conforman el pilar fundamental dentro de una familia ya que dan a conocer su punto de vista y al ser madre ejercen muchos roles por ser madres, los hijos se convierten en muchas en un incentivo para salir adelante, y poder demostrar que se puede lograr muchas cosas.
La revolución de la ciencia apoya mucho el conocimiento que nos obliga a adquirir para estar actualizados y también a que tanto el varón como la mujer estén constantemente atentos a los avances de la tecnología, pero ese no solo un campo de integración sino que existen muchos y varias instituciones donde se va apoyando e incentivando la participación de la mujer.
La mujer, ahora es incluida y tomada en cuenta, pero de igual manera éxisten obstáculos, la discriminación por parte de sectores machistas y una sociedad cerrada que no permite que muchas mujeres alcancen metas o simplemente cumplan un objetivo.

DESARRROLLO.-
La política era un campo donde el varón tenía la “batuta” esto debido a que en muchos grupos indígenas siempre el que tomaba las decisiones era el Mallku u otra autoridad representada por el varón, sin embargo aunque son pocas comunidades, existe algunas en Bolivia donde la mujer tiene un rol importante en la toma de decisiones y en algunas comunidades andinas que cuando la ocupación y el tipo de producción se diversifica y declina la importancia de la agricultura en la generación de los ingresos, la participación de la mujer en las decisiones y en las tareas aumenta (FAO 1993d).
La mujer empezó a hacerse cargo de la administración con la ausencia temporal o permanente de su pareja, cuestión que la obliga a asumir el rol de jefa de hogar. De acuerdo a Crummet (1987) señala que la participación de la mujer en la producción familiar y su responsabilidad se ha incrementado en aquellas familias en que el jefe de hogar migra, lo que está asociado a un menor tamaño de la propiedad, a la conformación de familias extensas y a la disminución de oportunidades de empleo agrícola.
Esto ha llevado a una "feminización" del manejo de la tierra, aumentando la participación de las mujeres rurales. Sin embargo, junto a esta "feminización" de la gestión, se ha producido una expulsión de población femenina: a medida que se han expandido las actividades económicas de los países de esa Región, la mujer rural ha sido atraída a los sectores no agrícolas, especialmente a los industriales. Estaríamos aquí frente a un doble fenómeno: por un lado una "feminización" de la gestión del terreno agrícola y por otro una "feminización" de ella, dada por la búsqueda de empleo por parte de la mujer fuera del sector agrícola. Sin embargo, encontrarse en una u otra situación no es aleatorio, sino que está en relación con la edad y los niveles educativos de las mujeres. Aquellas que abandonan el sector agrícola son por lo general jóvenes que han alcanzado un nivel mínimo de educación. Aquellas que permanecen o regresan son mayores y con niveles de educación relativamente más bajos (Chase, 1989).
La Conferencia Mundial de Reforma Agraria y Desarrollo Rural, organizada por la FAO en 1979, elaboró un Programa de Acción cuya declaración de principios (ítem XIV) establece que "la mujer debe participar en igualdad de condiciones con el hombre en los procesos sociales, económicos y político" del desarrollo rural y compartir plenamente los beneficios del mejoramiento de las condiciones de vida de las zonas rurales" (FAO, 1991a: 5). Se plantea que, para lograr la integración de la mujer al desarrollo de los países, es fundamental el apoyo a su participación organizada. Esto implica transferirles el poder político necesario, que conduzca a su participación en la toma de decisiones en la familia y en la comunidad, en defensa de sus intereses individuales y colectivos. Como siempre, lo clave es saber cuánto de dichas orientaciones se ha traducido realmente en un cambio de la realidad.
La participación de la mujer rural en actividades ajenas al ámbito familiar y doméstico concluyen que, en general, la mujer no siente mayor interés en participar, por cuanto estima que ello la aleja de su ámbito central que es la casa. Cuando se involucra en el plano local, tiende a proyectar su rol doméstico en forma ampliada. También se ha dicho que la doble jornada a que está sujeta la mujer campesina hace que le resulte muy difícil participar en organizaciones, ya que no le queda tiempo ni energía para desarrollar otras actividades que no sean las domésticas y productivas. Además, el rol secundario que desempeña en la sociedad hace difícil que la comunidad le otorgue un espacio de participación (Errásutiz, 1987).
En los diferentes países de las Regiones, la participación de las mujeres rurales en organizaciones sociales presenta algunas características comunes:
a) se ha ampliado levemente la participación en la base de las organizaciones campesinas, pero existen problemas a nivel de dirigencia, particularmente en organizaciones mixtas o complejas (cooperativas, asociaciones de producción, asentamientos);
b) la mujer rural tiene escasa participación en la. instancias de decisión de su comunidad, donde predomina la idea de que la familia debe ser representada por el jefe varón;
c) en muchos países han surgido organizaciones de mujeres rurales, muchas veces en respuesta a necesidades económicas y búsqueda de soluciones a problemas comunes. En estas organizaciones la mujer ha aprendido a valorizarse a sí misma con su trabajo y ha ganado espacios de participación en la familia y en la comunidad (FAO 1992b).
La participación de las mujeres en las cooperativas de producción, por lo general se ven excluidas, ya que el criterio de afiliación es la propiedad o la jefatura del hogar, cuestiones reservadas para los hombres. Cuando la. mujeres participan, su participación es escasa (FAO, 1989). Sin embargo, existen ciertos casos en los cuales las mujeres desarrollan importantes papeles en este tipo de asociaciones. En Paraguay, por ejemplo, tres grandes cooperativas rurales son dirigidas por mujeres: Ñeembucú, Itacarubí de la Cordillera y Paraquarí (13) (Instituto de la Mujer, España-FLACSO Chile, ed. 1993. Paraguay).
En los últimos años, muchas organizaciones gremiales y sindicales campesinas han generado, en su interior, departamentos femeninos. Se elaboraron diversas resoluciones, entre ellas, estructurar la organización en todos los niveles, dar a las campesinas capacitación político-ideológica para asumir puestos de liderazgo, crear centros de alfabetización y fomentar la producción de autoconsumo.
En Ecuador, la. principales confederaciones de campesinos poseen un departamento de la mujer, entre ellas, la Unión Campesina del Azuay (UNASAY) y la Federación Provincial de Organizaciones Campesinas y Populares del Sur (FUPOCPS) (Instituto de la mujer, España-FLACSO Chile, ed. 1993. Ecuador).
En Brasil, en 1990 se realizó el Primer Congreso del Departamento Nacional de los Trabajadores Rurales (DNTR-CUT). En esa oportunidad, se creó la "Comisión Nacional de la Cuestión de la Trabajadora Rural", destinada a asesorar a la dirección ejecutiva del DNTR (Instituto de la mujer, España-FLACSO Chile, ed. 1993. Brasil).
También han surgido organizaciones de mujeres campesinas, relativamente autónomas de otras instancias (asociaciones gremiales de campesinos, partidos políticos). Dichas organizaciones específicamente femeninas, han planteado diversas demandas, entre ellas el acceso a la propiedad de la tierra, que ha sido muy evocada en los últimos años: en Bolivia, la Federación Nacional de Mujeres Campesinas creada en 1980; en Colombia, la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas e Indígenas creada en 1984; en Brasil durante el Primer Congreso de Mujeres Rurales (1985); en Honduras, la Federación de Mujeres Campesinas. En Nicaragua y Cuba, diversas organizaciones sociales han representado fuerzas substantivas para la integración de las mujeres a las cooperativas agrarias (León, Prieto y Salazar, 1987).
Estudios realizados en algunos países de la zona andina, muestran esta perspectiva, aludiendo a los principales logros y limitaciones que las mujeres rurales organizadas vislumbran en su propia organización en particular, abarcando también algunos aspectos de la vida en el mundo campesino, en general.
La metodología utilizada consistió en la aplicación de la Investigación Participativa entre Mujeres (IPEM). Las participantes en el Taller realizaron procesos de reflexión acerca de su condición de mujeres y su organización, como también una evaluación de los principales logros y limitaciones de su organización. Excepción es el estudio de la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas e Indígenas de Colombia (ANMUCIC), donde el análisis de los logros incorpora, además información obtenida de fuentes secundarias y entrevistas individuales a líderes de la Asociación y a funcionarios que han conocido la trayectoria de la organización.
Es interesante detenerse en un tipo de organización tradicional de mujeres, los clubes o centros de madres. En Bolivia, se analizó la situación de la Confederación Nacional de Clubes de Madres de Bolivia (CNCMB), que aglutina a los clubes de madres del área urbana y rural (FAO 1991b). Los clubes de madres surgieron en la década de los sesenta, inducidos por políticas gubernamentales que tenían por objeto racionalizar la entrega de alimentos. La CNCMB se crea en la década de los ochenta. En las áreas rurales, es la única organización nacional de mujeres de base que aglutina a campesinas de diferentes etnias, culturas y ecorregiones, cuya única restricción es que sus integrantes sean madres. Algunos clubes de madres en las áreas rurales realizan proyectos productivos diverso tipo y en la mayoría de los casos no cuentan con la asistencia técnica adecuada.
El estudio citado trabajó con dos clubes de madres: el de Pairumani y el de Santiago de Llallagua. Las integrantes del primero son quechuas y las del segundo aymaras. Ambos clubes realizan actividades productivas, presentando el primero una mayor organización y diversidad en sus actividades.
Según los investigadores, las mujeres lograron sensibilizar a sus esposos para que las dejen asistir a las reuniones del club, y también para que se hicieran cargo del cuidado de los niños y las tareas domésticas de ese día. Adquirieron un espacio propio en sus comunidades, así como el reconocimiento y valoración del trabajo de la mujer, tanto por ellas mismas como por su comunidad. Además, han aprendido a expresarse en público. Pese a esto, señalan que no han logrado legitimar su participación como género en la toma de decisiones de su comunidad. Ello se debería a que, en general, en las zonas campesinas, especialmente la Aymaras, no se acepta la representación de las mujeres en sus instancias organizativas tradicionales, ni en los sindicatos campesinos.
Los principales problemas que las mujeres señalaron son: a) sobrecarga de trabajo, que implica falta de tiempo para desarrollar otras actividades que no sean las domésticas; b) carencia de agua para riego, que incide en sus tareas productivas y domésticas; e) acceso restringido a la educación y b) excesiva parcelación de las tierras y carencia de ésta. Manifiestan que ellas mismas, los maridos, los hijos, la comunidad, la religión y la sociedad en general consideran a la mujer como inferior al hombre: (FAO 1991b: 32). Señalaron también que la generación de sus abuelas gozaba de mejor salud, alimentación y mayor producción, pero al mismo tiempo valoran que sus hijas tengan la posibilidad de acceder a la escuela, ya que esto redundara en una mayor calidad de vida para ellas.

CONCLUSIONES.-
La participación de las mujeres en la administración de los predios y en la toma de decisiones en la producción es escasa. En general, tampoco participan en la determinación de los gestos familiares. Todo esto, a pesar de su contribución activa a la producción familiar y a la generación de ingresos para el hogar.
Suelen tomar decisiones cuando aquello que está en juego disminuye en importancia o bien cuando quien toma por derecho propio las decisiones está ausente. Es así como ciertas condiciones favorecen una mayor participación femenina.
En síntesis, en todas aquellas situaciones en la" cuales la importancia de la actividad agrícola en la vida familiar disminuye, más que conquistar espacios de poder y autonomía, la mujer campesina de ve forzada a asumir responsabilidades, que en condiciones normales no podría-querría-sabría asumir fácilmente.
Las mujeres se ven excluidas de la participación, pero sobre todo de la toma de decisiones en las cooperativas y otras organizaciones de índole laboral, fundamentalmente porque la afiliación está definida según criterios reservados, en general, a los hombres: ser propietarios o jefes de hogar.
La participación de las mujeres rurales en organizaciones sociales y comunitarias también es escasa. En general, por una parte, cuando participan tienden a hacerlo en formas que reproducen o extienden su rol doméstico. Pero, por otra parte, parecen tener poco interés en participar en ámbitos distintos al de su hogar, incidiendo en ello, entre varios factores, el poso de las obligaciones domésticas que no les dejarían tiempo ni energía para participar. Se observa el conocido encadenamiento: no se participa porque falta tiempo para ello, pero falta tiempo porque la participación no es un asunto prioritario. Asimismo, los hombres y las organizaciones sociales sostienen que no se invita a las mujeres a participar, no porque se desee discriminarlas sino porque ellas no se interesan.
Si bien muchos cuestionan su existencia, hay evidencia acerca de que discriminaciones de género especifican y concretas limitan la participación y la toma de decisiones de la mujer en las organizaciones sociales y en la comunidad, siendo la principal aquella de que el hombre es socialmente definido como el representante de la familia y que la mujer no debe intentar traspasar el ámbito doméstico.
En varios países han surgido organizaciones de mujeres, muchas veces en respuesta a sus necesidades económicas y problemas comunes, siendo algunas relativamente autónomas de otras instancias organizativas. Además, también se han creado en las últimas décadas departamentos femeninos al interior de las federaciones o sindicatos campesinos. En las organizaciones mixtas, cada vez es mayor la participación femenina a nivel de las bases, pero hay fuertes barreras para que ellas accedan a los cargos directivos.
La participación de las mujeres rurales en organizaciones sociales pareciera asumir algunos elementos comunes, aún en organizaciones de distinto tipo y en distintos países. Al menos, eso es lo que se desprende de la visión de mujeres que integran organizaciones tan diferentes como un Club de Madres de Bolivia, un Departamento Femenino de una Federación Campesina de Perú, una organización Femenina Popular de Venezuela y una Organización Femenina impulsada por el gobierno colombiano.
Como es esperable, la discriminación es menor hacia las mujeres que participan en clubes de madres, mientras que la participación de las mujeres en organizaciones con claros contenidos de género puede llegar a ser hasta ridiculizada por los miembros de su propia comunidad.
Con distintos matices, las mujeres señalan que su participación ha producido cambios favorables a nivel personal, de la familia y de la comunidad. A nivel personal, el contacto con otras mujeres, que viven en condiciones similares, les ha permitido aprender a expresarse en público, superar la timidez y tomar conciencia de género. A nivel de la familia, han logrado que sus parejas apoyen su participación. A nivel de la comunidad, han obtenido reconocimiento de sus actividades.
Pese a que las mujeres señalan estos cambios, afirman también que la familia y la comunidad constituyen obstáculos a su participación. Fundamentalmente, el trabajo doméstico les deja muy poco tiempo para participar. Al parecer, el apoyo familiar que las mujeres declaran tener no se traduce en una manifestación concreta, lo que lleva, por ejemplo, a que las bolivianas planteen como solución la redistribución del trabajo doméstico.
Si bien las opiniones de las mujeres en términos de la familia y la comunidad pudieran considerarse contradictorias, esta contradicción es sólo aparente sugiere que tanto en el plano familiar y como en el comunal se están produciendo algunos cambios, pero la modificación de valores y actitudes basados en la discriminación de género supone un proceso que tardará mucho más tiempo. Las mismas mujeres sienten que se ha avanzado, pero que no queda mucho por hacer.
Con excepción de las participantes en el club de madres, las mujeres señalan dificultades en su relación con el gobierno y los partidos políticos. A nivel del gobierno, afirman de que suelen ser discriminadas, que los programas dirigidos hacia ellas son de corte asistencial y que muchas veces se sienten manipuladas. Los casos analizados grafican muy bien lo señalado. Por ejemplo, en el Perú los beneficios sociales del gobierno son otorgadas sólo a los clubes de madres, lo que ha llevado a que muchos "Comité de Mujeres" cambiaran su denominación por "Club de Madres En Colombia, pese a que la organización es impulsada por el gobierno con claros objetivos de género, las mujeres afirman que las entidades del sector agropecuario en general les han prestado escaso apoyo. En relación a los partidos políticos, opinan que todos, sin excepción, intentar coartar su independencia y tratan de manipularlas para que asuman sus consignas.
Mujeres de las distintas organizaciones coinciden en lo que se refiere al ámbito productivo. Las mujeres le otorgan gran importancia a la capacidad de generar recursos y señalan que la falta de fondos muchas veces limita el desarrollo de su organización. De hecho, las mujeres de Perú y Venezuela consideran que uno de sus logros es haber podido generar recursos propios mediante actividades productivas. Sus problemas y demandas se centran en: acceso al crédito, asistencia técnica, capacitación en proyectos productivos, formación de líderes, restricciones para el transporte, y problemas para la comercialización de sus productos. En síntesis, en aquellas áreas en las cuales pueden potenciar su capacidad de gestión y obtener recursos propios, generando una mayor independencia y autonomía en la organización.
Pareciera ser que el deseo de independencia y autonomía es una cuestión muy presente en las mujeres, muy en particular respecto del gobierno y de los partidos políticos.
Como es dable esperar, las dificultades no provienen todas de factores externos. En las organizaciones de mujeres, ellas destacan que la generación de nuevas líderes es escasa y está relacionada con sus carencias educativas y falta de capacitación. El problema de la falta de rotación de líderes parece estar asociado también a dificultades de comunicación entre las dirigentes y las bases, y entre mujeres de distintas comunidades. La ausencia de canales adecuados de comunicación se convierte, de esta forma, en un obstáculo importante para el funcionamiento y desarrollo de la organización.
En síntesis, la participación de mujeres en las áreas rurales enfrenta una serie de obstáculos, los que probablemente son comunes a la mayoría de los países de la Región y están relacionados con una cultura que relega a la mujer al ámbito doméstico y que penetra en las instituciones, en la comunidad y hasta en las propias mujeres, que muchas voces se visualizan como inferiores. De acuerdo a esto, cualquier acción destinada al fortalecimiento de la participación de las mujeres rurales debe considerar una acción global que incluya no solamente a las mujeres, sino que también a sus familias, al resto de las organizaciones y a la comunidad en su conjunto. Tales acciones deberían estar sujetas como requisito previo, a estudios de mayor profundidad a través de loa cuales puedan esclarecerse loa determinantes socioeconómicos y culturales que condicionan la participación, y la manera diferencial como los mismos actúan según "el tipo de mujer rural" al cual se haga referencia.

BIBLIOGRAFÍA.-

1.- Mirada de Mujer para Estatutos Autonómicos Potosí (página 4; área de Educación) (página 3; Estatutos de Salud) 
2.- UNESCO; Plan de Acción Programa V para la Prioridad “Igualdad de Género” en 2014-2021 (página 49 y 50)
4.- Subsecretaria de Planeación y Evaluación de políticas educativos (Programa Sectorial 2013-2018) (http://spep.sep.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=113&Itemid=90)
5.- De la Página del PNUD de la gestión 2004 de San Salvador www.pnud.org.co/img_upload/.../ideas%20basicas.pdf 
6.- (Jésica Nino de Guzmán, diciembre. 2012; Lima- Perú; Programa de Agua y Saneamiento.
7.- Kideitu 2007, Guía para la Incorporación del Enfoque de Género. 
8.- Mirando hacia Beijing 95 - Mujeres rurales en América Latina y el Caribe - Situación, perspectivas, propuestas (http://www.fao.org/docrep/x0248s/x0248s06.htm)